A pesar de que el número de mujeres que estudian Bellas Artes es considerablemente mayor que el de los hombres (entre el 60% y el 80%), esto no se ve reflejado en las salidas laborales relacionadas con el arte. Cuando vamos a un museo, vemos los rostros de muchas mujeres en los cuadros, pero nos cuesta poder disfrutar de obras firmadas por ellas.
Las obras de las mujeres se venden a precios inferiores que las de los hombres y, además, es mucho más difícil que sean expuestas en museos o galerías. Para comprobarlo, solamente habría que visitar algún museo o galería de arte.
La desigualdad histórica del arte
Esta desigualdad ni es aislada ni es nada nuevo. La situación de desigualdad de la mujer frente al hombre se puede apreciar en muchos aspectos sociales, a los que cada día se intenta dar voz.
Las mujeres no son solamente musas, sino que a lo largo de la historia también han sido las autoras de magníficas obras. Historiadores como Manuel Jesús Roldán contribuyen a su visibilidad mediante libros como «Historia del arte con nombre de mujer«. Este libro es fundamental si queremos conocer la visión completa de la Historia del arte, sin olvidar a ninguno ni ninguna de sus protagonistas.
Roldán asegura que, a pesar de que había mujeres que retrataban para papas o para la Corte, nunca tuvieron relevancia. Sus nombres se han ido desvaneciendo en el tiempo hasta el punto de convertirse en artistas invisibles.

Mujeres: artistas sin nombre
Hace años, si una mujer se dedicaba al arte, esta se convertía directamente en una deshonra para su familia en la mayor parte de los casos. Muchas de ellas, a consecuencia de esto, para conseguir que sus obras de arte fuesen reconocidas, tuvieron que hacerse pasar por hombres.
Es por ello que sería necesario un estudio exhaustivo para poder catalogar correctamente las obras anónimas que históricamente se han atribuido a hombres. Roldán, en una entrevista para Diario de Sevilla, se plantea si a nadie se le ha ocurrido que eran las mujeres las que se quedaban en las cuevas y pintaban los techos y paredes, mientras los maridos cazaban. Hace hincapié en que, actualmente, esta visión ya está reflejada en algunos estudios universitarios.
La inclusión en el arte: una tarea pendiente
Aunque estamos hablando del pasado, lo cierto es que estas desigualdades se mantienen hasta el día de hoy. Como decíamos al principio de este artículo, solo hay que ir a un museo o a una galería de arte para ver que hay menos obras de mujeres, cuando son las que más cursan estudios de arte.
En uno de los informes del Observatorio de datos de Mujeres en las Artes Visuales (MAV), en los que se analizaron las obras de varios museos hasta el año 2019, se extrajo que solo existía un 31% de exposiciones individuales de mujeres artistas.

El Museo del Prado lleva unos años intentando romper esta tendencia. En el año 2016, tras 200 años de historia, puso en marcha por primera vez una exposición femenina: en concreto la de Clara Peeters. Además, en octubre de 2020 inició la exposición de 130 obras: “Invitadas. Fragmentos sobre mujeres ideología y artes plásticas en España (1833-1931)”.
Si bien la historia no se puede cambiar, podemos evitar que el error se siga cometiendo.
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